A veces, una entre un millón, ocurre que alguien, muy joven, comprende que la vida es un camino sin retorno y decide que ese juego no va con él. Es como cuando decides hacer trampas en un juego que no te gusta. La mayoría de las veces, te descubren y la trampa se acaba. Pero otras, el tramposo se sale con la suya. Y cuando en vez de jugar con dados o naipes, se juega la vida y la muerte, ese tramposo se convierte en alguien muy peligroso.
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